Fiebre y reacciones inmunológicas

El aumento de la temperatura corporal está estrechamente relacionado con la actividad del sistema inmunitario.

Si un gran número de agentes patógenos penetran en el organismo, se produce una alteración. En respuesta, aumentará la actividad de determinadas partes del sistema inmunitario. El sistema inmunitario segregará mensajeros químicos en el torrente sanguíneo, que luego viajarán al centro térmico del cerebro estimulando un ajuste del "punto de ajuste" de la temperatura (anteriormente 37°C/98,6°F).

En otras palabras, existe un bucle perfectamente controlado entre el sistema inmunitario, el sistema nervioso y la producción de calor.

Muchos de los importantes mecanismos de defensa inmunitaria del organismo sólo se activan con la fiebre. La fiebre estimula la actividad de determinadas células inmunitarias del sistema inmunitario (11, 148). De este modo, también frena la proliferación de agentes patógenos. En casos de infección grave, la tasa de supervivencia muestra una estrecha correlación con el desarrollo de fiebre (12-14, 55, 86, 150). Un aumento de la temperatura corporal de tan sólo 1-4°C ayuda a combatir muchas infecciones (149).

Al mismo tiempo, la fiebre protege a las células del propio organismo de los anticuerpos protectores liberados por las células inmunitarias. 

Mientras tanto, el cuerpo protege sus propias proteínas (más sensibles al calor), llamadas proteínas de choque térmico, de los posibles efectos adversos del calentamiento (148).

De este modo, el organismo consigue un equilibrio óptimo entre los beneficios y los inconvenientes de la fiebre, con precisión y control.

 

¿Cómo funciona la fiebre?

Cuando alguien tiene fiebre, varias partes del sistema inmunitario se vuelven más activas:

  1. Los efectos térmicos directos reducen la proliferación de patógenos (9).
  2. El aumento de la producción de anticuerpos en el sistema inmunitario humoral neutraliza y destruye más fácilmente los agentes patógenos (10).
  3. Mediante la activación del sistema inmunitario celular (11, 148). Se incrementa la proliferación, maduración y actividad de los glóbulos blancos. Las células inmunitarias se mueven entonces más rápido, absorben más activamente los virus invasores, las bacterias, y su producción de anticuerpos se acelera. Presentan más rápidamente los antígenos a destruir y neutralizar. Los materiales y desechos innecesarios se transportan más rápidamente a las vías linfáticas y los ganglios linfáticos.

Las células inmunitarias trabajan más eficazmente a temperaturas corporales más altas en todos los aspectos.

Si inhibimos o reducimos la fiebre, también ralentizamos estos mecanismos.

Sin embargo, si se permite que un niño desarrolle una fiebre óptima, también ayudará a que madure su sistema inmunitario. Los resfriados y las infecciones serán menos frecuentes y más breves.

Así pues, en la mayoría de los casos, el uso de antibióticos para las infecciones comunes no está justificado. Una experiencia interesante es que en los raros casos en los que es necesario el uso de antibióticos, éstos serán más eficaces si se permite que el paciente permanezca febril. Así pues, la fiebre aumenta el efecto antibacteriano de los antibióticos (8-11).

En consecuencia, la inhibición de la fiebre es desventajosa. Hace tiempo que sabemos que el uso de antitérmicos en las enfermedades víricas puede provocar un aumento de las complicaciones (6). Lo mismo ocurre con la intoxicación sanguínea no reconocida (bacteriemia), una infección en la que las bacterias presentes en el torrente sanguíneo llegan a invadir los órganos del cuerpo (10-14).

En estados febriles, el organismo se defiende adecuadamente. También activa sustancias que protegen su propio funcionamiento y el de los órganos. Estas se denominan colectivamente proteínas de choque térmico. Esto protege el sistema nervioso y el corazón.

Así pues, el cuerpo eleva su temperatura (hasta 41 grados centígrados) al tiempo que protege sus propias partes sensibles al calor (órganos, enzimas, proteínas).

A pesar de algunas creencias comunes y conceptos erróneos de que el cerebro hervirá y las proteínas se precipitarán, son meras ficciones. 

En un proceso febril óptimo, la fiebre es un acontecimiento útil y protector.

 

Puede encontrar las referencias numeradas correspondientes aquí: Referencias

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Actualización de la versión: 1 de marzo de 2024