El sentido y la evolución de la fiebre
La evolución de la naturaleza se ha desarrollado hacia un equilibrio calor corporal estable y organizado (149).
El ser humano, como todos los mamíferos, tiene su propio equilibrio calor corporal. Sin embargo, hay varias comunidades animales ancestrales formadas por muchos individuos que mantienen un sistema mediante el cual regulan la temperatura de sus zonas habitadas de forma organizada con la máxima prioridad y minuciosidad.
El hormiguero/colmena tiene una temperatura central de (15-) 25 (-35) °C según la estación.
Tiene un control complejo por profundidad, humedad, volumen, cierre (125).
La temperatura media de un avispero en verano es de aprox. 30 °C
La temperatura media de la colmena 37 °C (25-40 °C)
Control de la temperatura corporal constante en los seres humanos
Nuestros procesos fisiológicos, que se basan en las reacciones de las enzimas, se optimizan a una temperatura en torno a los 37 °C.
La temperatura central normal de los seres humanos es constante entre 36,5 °C y 37,5 °C y es independiente de la temperatura ambiente. El calor se genera quemando nutrientes, realizando trabajo muscular y disipando el calor por evaporación e irradiación. Ni las temperaturas demasiado altas ni las demasiado bajas favorecen los procesos vitales. El cuerpo humano es como un calentador controlado: caldera, interruptor central, sensores de calor caliente y frío y aislamiento. La caldera son nuestros músculos y algunos órganos internos (hígado). El aislamiento es el vello, la piel y las capas de grasa subyacentes. Las señales de los sensores de temperatura corporal llegan al centro de frío y calor del hipotálamo. El sistema nervioso central es el interruptor, detecta la temperatura de la sangre que circula por él. También llega información de los músculos del tronco y del córtex. El hipotálamo, como centro de control, envía instrucciones a la hipófisis, el corazón, las glándulas suprarrenales, los músculos estriados y los centros de vasodilatación. Gracias a este fino sistema de regulación, la temperatura de las distintas partes del cuerpo puede ser muy diferentes.
La temperatura corporal tiene una fluctuación diaria normal. Por la mañana, la temperatura corporal es 0,5-1°C más baja que por la tarde. Así, en los lactantes y los ancianos, una temperatura de 37,7°C por la mañana ya se considera un aumento de la temperatura, pero no por la tarde (20). La fluctuación diaria de la temperatura corporal es de 0,5-1,0°C. Alcanza su nivel más bajo entre la 1 y las 4 de la madrugada y el máximo entre las 4 y las 7 de la tarde.
Por ello, la fiebre también aparece por la noche y disminuye al amanecer.
La temperatura corporal depende de varios factores. Durante el ejercicio intenso (corte de madera (137), deportes, largos periodos de llanto en los niños...) o una insolación, el calor corporal puede aumentar hasta 39°C. Se trata más bien de una congestión térmica, porque el calor que produce el cuerpo sólo puede liberarse más lentamente que el ritmo al que se produce.
Efectos positivos de la fiebre. ¿Cómo funciona esto en la evolución de los animales?
En el caso de un ataque infeccioso externo, la temperatura elevada (tanto para el individuo como para las organizaciones sociales) aumenta las posibilidades de supervivencia. Con todas sus aparentes desventajas, la fiebre se ha hecho omnipresente en los organismos avanzados durante la evolución (3, 13, 149).
Incluso los organismos unicelulares buscan un lugar más cálido en caso de ataque vírico.
Los insectos (hormigas, avispas, abejas) que forman la comunidad también intentan crear una temperatura más alta que la de su entorno como reacción a los ataques.
Algunos guppys, cuando son atacados por un gusano parásito (Gyrodactylus turnbulli), muestran la llamada fiebre del comportamiento, es decir, nadan hacia un lugar más cálido del agua y permanecen allí durante un tiempo hasta que los parásitos mueren (126).
Las investigaciones sobre una especie de sapo (Anaxyrrus terrestris) demostraron que, tras una infección por ranavirus, los sapos buscaban lugares más cálidos y, por tanto, estaban más protegidos (152).
Algo parecido se observó en las infecciones víricas de peces cebra (153).
En varios estudios con animales, con muy pocas excepciones, la morbilidad y la mortalidad aumentaron cuando se redujo la fiebre física o medicinalmente en animales de sangre caliente; o impidiendo que los animales de sangre fría accedieran al calor (55, 86).
Si los mamíferos tienen fiebre alta al principio de las infecciones peligrosas, aumentan las tasas de supervivencia (12-14).
La fiebre puede considerarse un sistema funcional independiente de mantenimiento de la salud y curación de los animales de sangre caliente. Es una estrategia positiva y útil de afrontamiento, ejercicio y aprendizaje (148-150).
Así que confiemos en la fiebre, ¡dejémosla trabajar y hacer su trabajo!
No intentemos luchar contra la fiebre, porque la fiebre es en sí misma la lucha contra la enfermedad. No la molestemos ni la obstaculicemos, simplemente acompañémosla.
Aquí encontrará las referencias numeradas correspondientes: Referencias
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Actualización de la versión: 1 de marzo de 2024